jueves, 5 de noviembre de 2015

“Preludio que no muere”







En lo profundo del océano fuí una noche a cabalgar,
sobre sirenas ariscas y brisas semejantes a un tibio metal,
cuando te ví



la respiración se me hizo un lastre difícil de doblegar,
cuando al ver tus ojos mi cuerpo otrora un junco
de roca pesada se volvió, y me hundí en la zona abisal…
ví tu figura escapando entre oleajes de furiosos bríos,
y te ví seduciendo mis cabellos, cómo el ave seduce nubes.
  Ví tu boca en movimiento, en burbujeante eco
llamando a mi vientre que celoso de las algas obedece
y se incrusta infiel en las caderas de tu talle,
el que fuera dibujado por alondras o caballitos de mar,—no lo sé—



Fui a cabalgar a las profundidades de nuestros océanos
una noche y sin más, adopté la postura del horizonte
permití al amanecer que bañara nuestras pieles y me dejé
besar por la playa de tus pensares y solamente decidí
ser el agua para tu sed y esperar que seas el corazón
que en mi pecho simplemente anhela para ,algún día
volver


en vos


a nacer.

 

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