Mi jueves sobre rieles de pueblos argentinos.
Todas las
mañanas, como cada mañana, Miguel baja del vagón del tren que lo acerca a su trabajo.Miguel está
cansado, esta teñido de insatisfacción.
Cabizbajo camina,
taciturno y pensativo, enojado con la vida que le tocó, a él y sus pares. No
entiende porque sus manos deben arder tanto, porque para llevar unos centavos a
casa debe sentirse pisoteado.
Cuando Miguel era
un niño, su sueño era ser conductor de locomotoras, vivía frente a la Estación de Saladillo y
antes de entrar a clases se cruzaba a toda velocidad para saludar al maquinista
del “lechero” y al salir de las mismas, corría para recibir al expreso que
venia de la capital con los médicos del dispensario, entre otros pasajeros. era
para el pequeño Miguel la diversión más grande del mundo…las locomotoras eran
su vida.
Pasaron los años y
Miguel creció, y un día llegaron las malas noticias al pueblo, la palabra
“reestructuración” estaba devorando los ramales del país, lo que implicaba que
los pequeños pueblos lecheros, agrícolas y ganaderos, se fueran “muriendo” uno
a uno.Asi paso en Saladillo, la familia de Miguel migro a la capital en busca
de recursos para sobrevivir, así fue que su madre empezó a planchar en casas de
familias pudientes, el padre hacia “changas”,la cosa estaba brava, pero no se
rendían a pesar del desarraigo,a los padres les importaba mucho que Miguel
terminara la escuela primaria y fuera al secundario, asique se esforzaban
mucho, debían pagar la pensión donde vivían los tres y costear los alimentos.
Miguel siguió
creciendo y un día cualquiera, ya era un joven de 22 años, habia abandonado la
facultad para trabajar (bajo promesa a los padres de retomar en cuanto tuviera
mejores recursos).En eso pensaba cuando subía al tren de las 17.42 hs. cada
tarde al regresar a casa, entre empujones y gritos de otros “Migueles” que al
igual que el, querían llegar a casa, luego de horas de laburo.
Llega a su casa,
la madre lo recibe con un abrazo y un mate, también le entrega un telegrama-Miguelito,
tu sueño se hará realidad m’hijo-¿Cómo dice mamá?-le pregunta sorprendido-LEE,
LEE-le repite nerviosa su madre-el joven se sienta al terminar de leer esas
palabras, no lo podía creer-Mamá, me convocaron, me están llamando ellos, acá
dice que fui aceptado, que me tengo que presentar mañana a primera hora-Miguel
abrazo a su madre muy fuerte y ambos se perdieron en ese gesto amoroso…
Esa noche Miguel
durmió tranquilo, como hacia años que no lo hacia así, mañana comenzaría la
capacitación de ayudante de Maquinista en la Estación de Escalada, él había
enviado tantas cartas pidiendo que lo tuvieran en cuenta, su formación técnica
lo favorecía, era Electromecánico, justo el tipo de jóvenes que buscaba la Línea Ferroviaria.
Miguel durmió
profundamente, una promesa de mejorar su vida y la de sus padres lo estaba
acunando, esa noche soñó con la estación de Saladillo, soñó con el maquinista,
soñó que lo saludaba y que le arrojaba su gorra y que él la atajaba y la
abrazaba contra su pecho soñó que le gritaba-te espero Miguel-y Miguel le sonreía
y le decía-mañana lo veo Pascual-
Cuando se hizo de
mañana, Miguel despierta feliz, de un salto se incorpora y al instante descubre
entre sus manos la gorra de Pascual-¿coooomoooo es posible estooooo?-
No hay
explicación, no es necesario explicar, por alguna razón, la gorra de maquinista
apareció entre sus manos, pero eso será historia para la próxima, ahora Miguel
debe irse a aprender a manejar una locomotora,a encontrarse cara a cara con su
sueño infantil, otro día le preguntaremos como le fue, aunque todos sabemos
cual será el resultado -¿o no?-
Imagen extraida de la web