Seducida...
Cuando seduzco
a la muerte
no lo hago
con una filosa daga
de acero bendecida
por dioses del Olimpo,
ni con promesas
que jamás cumpliré
ni con ardientes
alcoholes o etílicos
placeres de un minuto.
Cuando quiero conquistar
a esa ufana mujer,
le ofrezco la locura
de mi pasión por ella.
Las letras que mi pluma
entrega a un papel
inocente de mis
intenciones,
ajeno de la despedida
que se oculta en esas
incoherentes poesías
u oraciones.
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