Del porque casi no consumo alcohol…
Es algo difícil
de creer pero así sucedía en mi casa, durante mi infancia.Crecer con un
alcohólico es durísimo y deja un vacío tremendo.
Cuando tenía 5
años le entregaron la Patria Potestad
mía, a mi padre biológico
(tremendo error) corría el año 1976, eran años negros en Argentina, la
cual se sumergiría en un pantano de abusos, de violencia y muerte sin igual.
Mientras tanto en
mi casa las cosas no eran muy distintas que en la calle, exceptuando la muerte,
la violencia y el abuso estaban incrustados en la casa de calle 23 y 79 de la
ciudad de La Plata..
Por la mañana en
la casa se podía respirar un poco, pero después del almuerzo, los habitantes de
allí (padre y madrastra) se trasformaban, entre ambos se “bajaban” una
damajuana de 5 litros
de vino tinto, que yo misma era enviada a comprar.
-¿Qué decirles?-en
ese momento comenzaba a vivir mi imaginación a mil por hora, necesitaba salir
desesperadamente del alcance de esos dos, y se me complicaba, ellos eran
grandes y yo muy pequeña, mas de una vez los golpes terminaban en sangrados,
cortes en cuero cabelludo, tajos en uno de mis codos (cicatrices que cada tanto
miro), brazos marcados, piernas doloridas por los cintazos con hebilla y todo.
Estas “personas”
no conocían los límites bajo el dominio del alcohol, -el solía decirme-sos
digna hija mía, así que tomate toda la cerveza-varias veces me obligaron a
beberla y también ese vino asqueroso y picado, el cual me derrumbaba en sueños
donde quería quedarme a vivir.
Sin embargo no
todo fue malo,-¿saben?-todos esos años de soportar abusos y violencia me
empujaron a la propia superación y a la convicción de que no quería que mi vida
fuera como la de ellos.
Ahora soy yo la
“grande” y mis adicciones son otras, el vivir bien con el otro es una de ellas,
escribirme la vida, es una más, amar a mis hijos, es la más sana adicción,
enamorarme de un día soleado, o apreciar un día de lluvia, todas esas pequeñas
adicciones son las que me tiernizan la vida, lejos quedaron esos días
horribles, lejos la mano del abusador, lejos ese entorno enfermo.
En la actualidad
puedo compartir una medida de licor junto a mi hijo mayor en un día frío, y
está todo bien, puedo asistir a una fiesta tranquila, si me ofrecen algo de
beber, lo hago solo si me gusta, porque ese es el meollo del asunto, saber
hasta cuando se debe beber y darse cuenta si las cosas se salen de lugar. No
estoy en contra del alcohol, eso jamás, es lo más lindo juntarse con amigos y
compartir un traguito, así que compañeros míos, les acabo de dejar en confianza un
“pedacito” de mi vida, espero no ponerlos tristes, recuerden que eso ya paso,
ahora se defenderme.