Oda al
abandono
Pude
libar tu ausencia
cómo
quién el rocío, atrapa.
Pude ser
tu Ulises
en esta
melancolía que
en océano
de furia,
mi sangre
ahoga y mata.
Pude ser
vampiro en
Irrefrenable
celo,
Y copular
en tus labios,
Brumosos
por oleaje y nervio.
Sin
embargo,
Estalló
la salida,
La
penumbra se adueñó
De una
partida anunciada,
Y el
gatillo gritó más fuerte,
En lo más
abandónico, de la madrugada.
Odio esa
vestimenta inerte,
Que cubre
tu desnuda piel,
Te envuelve
y te aqueja,
Te
muestra como jamás te quise ver.
Podría
decirte, tanto, tanto, este día.
¡Oh,
señor del abandono!
Pero mi
garganta no soporta
Respirar
en tu lápida,
Entonces
el acero es el protagonista,
La sangre
y su cálido hedor,
Bañan tu
recuerdo en la tierra.
El
abandono se hace carne,
Se sellan
dos muertes,
Que se
rindieron antes de tiempo,
Ante la
cobardía de no entregarse,
Al
abandono de la vida.
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